"Desde mediados de la década de los noventa hasta la actualidad, la perspectiva laboral de un estudiante de arquitectura ha sido trabajar en un despacho consolidado, en la Administración pública o en una empresa inmobiliaria; posibilidades que no fomentan, sobre todo en el último caso, el desarrollo de una arquitectura personal y crítica que se plantee como una herramienta social. El único camino para sortear esta situación parece ser presentarse a concursos, ya que se considera un método ecuánime para los aspirantes, en el que sólo se valora, a priori, la adecuación y calidad del proyecto, sin importar los contactos o trayectoria del autor. Ganar un concurso parece, pues, el único modo de darse a conocer y poder trabajar independientemente. Esta visión de los concursos es fomentada tanto por los centros docentes como por las revistas profesionales, que aseguran la visibilidad y la difusión de los ganadores con artículos supuestamente críticos que validan la arquitectura propuesta.
La paradoja de los concursos estriba en que redefinen la figura del arquitecto como aquel profesional capaz de proponer la mejor solución constructiva y estética para una situación predeterminada por otros. De manera que el análisis de la ciudad, la detección de problemas y el planteamiento de soluciones ya no son competencias del arquitecto, cuya labor sólo es formal y funcional, casi nunca crítica.
Ante esta situación, un estudiante se propone trabajar en la ciudad directamente, sin mediadores, intentando entender la ciudad desde una óptica arquitectónica, alejada del mecanismo mediatizado de los concursos o de las universidades."
Santiago Cirugeda/Situaciones Urbanas/2004-2007
www.recetasurbanas.net/ref_e/book_esp.php
CRYZTO
sábado, 1 de noviembre de 2008
La (i)lógica del concurso/
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